El musgo habita la roca, la envuelve y de él surge como una herida eterna la piedra. Efímero es el bosque que aliena con su húmeda sombra a un musgo sedoso, acolchado, confortable. La piedra inherte no sufre, permanece brotando con el perfil de una isla. Su sentido y el árbol que la abraza con sedientas raíces abonará tras su muerte a un nuevo bosque de robles y castaños en un ciclo indefinido.
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